"Lisboa era brisa de Alfama y de mar,
mar como lanzada de sal sin secar" Anónimo.
Después de regresar de vacaciones tengo muchos temas para reflexionar, pero voy a comenzar por describirles mis sensaciones acerca de mi viaje a Lisboa, cada vez que voy a ese hermoso país, comprendo mejor porque me gusta, además que me encanta caminar por sus calles, porque siempre se convierte para mí en descubrimiento contante. Es una ciudad con un aroma al mar atlántico y tiende ser una ciudad mágica con un gran ingrediente de diversidad cultural, además llama mi atención es escuchar diferentes tipos de música en el centro de la ciudad tales como… africana, latina, fado y hasta estilos americanos. Eso hace que el barrio Alto, se convierta en un pequeño mundo donde lo que prevalece entre la gente que vive en Lisboa y los turistas, es una gran diversidad cultural y un ambiente que se respira la paz, que se extiende por toda la ciudad.
Además, es inolvidable cuando visito el Club Carib, Rua Atalaia 78, donde trabaja mi amigo Adán Cassan, siendo él un excelente anfitrión coloca tambores de la costa Venezolana, para que comience a bailar en la noche de Lisboa, que les recuerdo que es una música tradicional de mi país, es el único país que he visitado que siempre que voy, tengo que bailar tambores, y enseñarles como bailamos en Venezuela. Es energético y es inevitable que ese país atraiga mis sentidos, y siempre que voy me hace sentir como si estuviera en casa.
En esta nueva visita fui a la playa de Caparica, que para mí fue una gran sorpresa, porque al entrar estaban unos loros y unos guacamayos diciéndome “hola”, al llegar a la playa observas una gran extensión de costa, tranquilidad y paz, acostumbrada a las playas del Caribe, les puedo decir que me encanto, ya que lo que se respira es tranquila y el agua no les puedo mentir es fría, pero tiene algo muy positivo te llena de energía, para continuar la vida y decirle hola al invierno. ¡Hasta pronto Lisboa!
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