viernes, 13 de marzo de 2015

Ser optimista no es un decreto…




Esta semana he estado reflexionando acerca de ¿por qué hay tantas personas poco optimista, teniendo cubiertas sus necesidades primarias (alimentación, trabajo, vivienda)?, he pensando al principio, que la razón que las personas no demuestren su “optimismo”,  quizás este dado por  el temperamento de las personas o la idiosincrasia del país donde viven. Según Viktor Frankl hay que abordar la vida como es, según en una carta de Rilkea la condesa Sizzo “el que no acepta de una vez con resolución, incluso con alegría, la dimensión terrible de la vida, nunca disfrutará de los poderes inefables de nuestra existencia, quedará marginado y, a la hora de la verdad, no estará vivo ni muerto…”

Pero hay  más: también los aspectos negativos y quizás especialmente de ellos, se puede “extraer” un sentido, transformándolos así en algo positivo, cuenta asumir que un acontecimiento negativo, sea cambiado en algo positivo, muchos se preguntaran ¿cómo puedo hacer eso? De un modo u otro, debe haber frente a los aspectos  trágicos de nuestras existencia la posibilidad de “to make the best of it”, como se dice en esta frase en inglés la posibilidad de sacar el mejor partido.

Lo que no es posible el optimista por decreto. A nadie podemos ordenar que sea “optimista” o que espere contra toda esperanza. Si tiene motivos para ellos no es necesario que se le ordene; pero si no lo tiene, no es posible forzarlo. Ocurre lo mismo con la risa: si quieres hacer reír a alguien debo proporcionarle algún motivo, contándole un chiste, por ejemplo. Lo que no puedo es obligar a nadie a reírse.

La felicidad o el optimismo debe tener un fundamento, que nazca espontáneamente; pero la felicidad no se puede fabricar. Lo que sugiere Viktor Frankl es descubrir tu sentido de vida, o como lo diría  Ken Robinson  “descubrir tu elemento” o  descubrir tu pasión,  por lo tanto,  si la consigues tendrás un motivo o un sentido, que te impulse cada día, hacer feliz.

Sin embargo, Martin Seligman señala que se puede aprender a ser optimista, los individuos producirán cambios cuando asuman la responsabilidad, de sus propias conductas y emociones, es decir, si sabemos que somos pesimistas y negativos, debemos asumir la responsabilidad, y hacer algo para cambiarlo. El sugiere algunas técnicas para tratar las creencias pesimistas. 1) Tomar conciencia de ellas, cuando aparecen los pensamientos negativos, sencillamente tratar de pensar en otra cosa, 2) Discutir acerca de las creencias pesimistas, porque existe menos probabilidad de volver cuando una situación igual se presente, se les sugiere tener una “externalización de voces”, es decir, debe elegir un amigo y disponen de 20 min, el papel de la otra persona consiste en criticarle a usted. Prefiera alguien a quien pueda confiar. Debe exponer todas sus creencias negativas y la otra persona replicaran dicha explicación. Esto le permitirá tener un panorama amplio de sus creencias negativas y si es real creer en ellas.  3) Asumir y demostrar que la creencia negativa, no se corresponde con la realidad, realizando la siguiente pregunta ¿Cuáles son las pruebas para albergar esa creencia?, 4) Cuando nos ocurre un hecho negativo, debemos asumir que las causas son múltiples, así que ¿por qué aferrarse a las más insidiosas? Pregúntese: ¿No podre pensar en esto de una manera que no sea tan destructiva?

Por lo tanto, la actitud optimista puede desarrollarse y aprenderse, pero debe ser por decisión propia y cada individuo debe hacerse responsable de su cambio.  Consiste en tomar conciencia de tus propios pensamientos y manera de actuar en cada momento, responsabilizándote de tu cambio… trabajando cada día para producir conductas positivas, requiere un esfuerzo, no funciona decretando  “mañana voy a ser más optimista”, requiere cambiar de manera de pensar y actuar…sobre todo un esfuerzo que proviene de "ti mismo", para cambiar de actitud. 

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